El primer punto de tierra que tocó este tifón es Filipinas, y aún sigue allí, el pasado viernes 8 de noviembre, provocando vientos incluso de 380 km/h en menos de un minuto, cortando carreteras, caminos y comunicaciones en todo la zona afectada del país. Pueblos arrasados por olas de cinco y seis metros provocadas por el huracán, barrios enteros destruidos, cadáveres colgando de los árboles, viviendas arrancadas de cuajo y un total de 10.000 muertos registrados a la espera de que esa lista de víctimas aún aumente.
Aunque Filipinas se encuentra en una zona del mundo que sufre continuamente terremotos, erupciones volcánicas, tsunamis y huracanes, pero la magnitud del desastre ha causado sorpresa, desastre que ha conseguido romper con todos los esquemas meteorológicos hechos hasta ahora.
Pero esto no acaba aquí, el tifon ha tocado esta pasada madrugada el país de Vietnam y está preparado para arrasar otro país de nuevo.
Frases sorprendentes nos llegan de algunos supervivientes a la catástrofe:
''Dondequiera que miremos vemos cadáveres en las calles'', ''Soy una persona decente, pero si no he podido comer en tres días soy capaz de hacer cosas lamentables para sobrevivir''.
Europa y EEUU se están movilizando para ayudar en todo lo posible al país y a los afectados por el desastre pero yo digo, ¿ayudamos porque somos solidarios, o porque sabemos que tenemos la culpa de eso?. Tifones así solo ocurren por una razón, el cambio climático, cambio que estamos produciendo los países desarrollados y que afecta a estos países inocentes que carecen de tantos medios como nosotros y que no aportan una cifra significante a toda la contaminación diaria que producimos. Por eso mi conclusión es, ¿cuál es la verdadera razón de nuestra ayuda? ¿La solidaridad o el sentimiento de culpabilidad hacia las víctimas de un problema creado por nosotros mismos?
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